La formal
Está allí, debajo del lecho junto a las ropas caídas.
Dilúyelo sobre tus mejillas como si fuese un maquillaje.
Alisa tu piel y ese tablero de ajedrez borracho de tu falda de cuadros.
Abróchate la blusa y adopta otra vez esa actitud ingenua de muchacha formal.
Ordena tus cabellos y tus prejuicios.
Camina con esa dignidad desvencijada que usas los domingos para asistir a misa.
Tan pronto atravieses el umbral serás nuevamente tú, la pequeña burguesa incomprendida con tus veinte años de lugares comunes y tu boca repleta de palabras usadas.
Serás la rutinaria.
La formal.
La limitada.
Creerás otra vez en Dios, así como antes creías en tu cuerpo, y estarás llena de moral así como antes estabas llena de mí.
Aquí en mi habitación quedó tu lujuria hipócrita y tu doble moral.
Mañana volverás y entonces te diré las palabras de siempre:
Ponte tu cuerpo, quítate el pudor y las ropas y ven así, desnuda a engañarnos pensandoque no hemos empezado a envejecer.
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